martes, 7 de abril de 2009

MBE: MeDiCiNa BaSaDa En EvIdeNcIa









¿Qué es la MBE?









La Real Academia Española define la Medicina como “Ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano”.

Probablemente no tenga ningún sentido, a día de hoy, plantearse la medicina como un dilema entre ciencia y arte. Puede interpretarse como una tecnología, usuaria del conocimiento científico.

Decir que la medicina debe ser científica es la calificación más correcta y la que más se ajusta a lo que intuitiva y clásicamente hemos conocido por "buena medicina". Digamos que es científica aquella disciplina que somete sus postulados al método científico, a un proceso de verificación empírica, es decir, basado en los hechos o pruebas, es reproducible, aunque independiente del uso que se pueda hacer posteriormente de sus conclusiones. Además, hay que tener en cuenta su carácter humanístico, y la obligación del médico de ofrecer lo mejor a sus pacientes; no se puede separar del imperativo ético de basar las decisiones en la evidencia existente o de buscarla cuando no se dispone de ella: la dialéctica de ofrecer una asistencia personalizada a la vez que válida científicamente es intrínseca a la práctica médica actual. En definitiva, respetar y llevar a la práctica los valores centrales de la profesión médica, la no maleficiencia, la beneficiencia, la equidad y la autonomía.

Esta pequeña introducción no es más que un breve recordatorio de los principios que todo profesional de la medicina tiene interiorizados. De ellos vamos a partir para introducir lo que se conoce como Medicina Basada en la Evidencia.

El término de “Evidence based medicine” fue acuñado en Canadá en los años 80 para describir la estrategia de aprendizaje utilizada en la Mc Master Medical School, en la que se subraya la importancia de la revisión de las pruebas procedentes de la investigación, y de la interpretación cautelosa de la información clínica derivada de observaciones no sistemáticas1. El concepto de “Evidence based medicine”, traducido al castellano como ‘medicina basada en la evidencia o en pruebas‘(MBE), fue dado a conocer en el año 1991 a través de un editorial en la revista ACP (American College of Physicians) Journal Club, primera revista que empezó a publicar resúmenes estructurados de estudios relevantes procedentes de otras revistas. Su difusión se amplió con la publicaron de un artículo en JAMA2, en el año 1992, por el grupo de trabajo de MBE, un grupo de internistas y epidemiólogos clínicos, liderado por David Sackett y Gordon Guyatt, vinculados a la citada universidad canadiense.

Según la definición proporcionada por el propio Sackett en 19963, la MBE consiste en el uso consciente, explícito y juicioso de las mejores pruebas disponibles en la toma de decisiones sobre la atención integral de cada paciente. El foco es el paciente, no sólo su enfermedad o proceso, por lo que desde la realización de un diagnóstico efectivo y eficiente, hasta la elección de la mejor opción terapéutica, es preciso identificar y considerar sus derechos, sus principios y sus preferencias.

La práctica clínica supone tomar decisiones constantemente, dar consejos y hacer recomendaciones, raras veces con absoluta certeza; convivimos a diario con la incertidumbre. Y ¿qué ocurre con los conocimientos adquiridos durante nuestra formación? No sólo su vigencia, sino también la de la información contenida en los libros de texto, son cuestionables al cabo de un tiempo. La cantidad de publicaciones y fuentes de información es enorme; y nuestro tiempo, conocimientos y medios para localizar, leer, interpretar y asimilar lo publicado no son suficientes.

Otra reflexión importante sobre la calidad de la asistencia se refiere a las variaciones en la práctica médica. Su importancia deriva de que pueden ser reflejo de algunos problemas (incertidumbre, ignorancia, problemas organizativos, uso inadecuado de recursos...), cuyo abordaje redundaría en una mejora de esta calidad.

Así pues, parece claro que la buena investigación es necesaria, pero no suficiente, para mejorar la práctica clínica. Asumimos que los resultados de la investigación se difunden de forma cercana al clínico, y que éste tiene acceso fácil y regular a esta información, además de poseer los conocimientos y capacitación para interpretarla y hacer una valoración crítica sobre ella. Sin embargo, a diario comprobamos que la bibliografía médica todavía no está muy bien organizada y accesible para la toma de decisiones.

En este contexto, el principal valor de la MBE es el de ser una herramienta que trata de cuantificar y calificar qué dato o qué estudio tiene mayor validez; una herramienta que nos aclara la mejor forma de usar y aplicar “la evidencia”, facilitando su traslación a la práctica.
Por otra parte, otro gran epidemiólogo, Sir Austin Bradford Hill, fue el introductor, a mediados del siglo pasado, del ensayo clínico aleatorizado en la investigación clínica, considerado por muchos como el diseño ideal para evidenciar los efectos de una intervención. Esta metodología tuvo un amplio desarrollo y una implantación muy sólida a partir de los años ochenta.

La situación de los últimos años del siglo XX hacen posible el origen de la MBE, el desarrollo metodológico caracterizado por el uso generalizado de los ensayos clínicos, la implantación de técnicas de síntesis cuantitativa, especialmente el meta análisis, y la revisión sistemática de la literatura. Los avances conseguidos en la segunda mitad del siglo pasado, a través de la epidemiología clínica y la bioestadística, junto a una disponibilidad de medios sin precedentes, han facilitado una enorme generación de conocimientos, y la publicación de una cantidad ingente de estudios. Por otro lado, las tecnologías de la información e Internet hacen posible la recogida y análisis de grandes cantidades de datos, y el acceso a numerosas bases y fuentes documentales, lo que junto con el trabajo de organizaciones como la Colaboración Cochrane, que elaboran y difunden revisiones sistemáticas, han hecho posible la aparición y extensión de la MBE. Estas mismas herramientas también hacen posible que, en los años ochenta, se introduzcan criterios de gestión en la práctica asistencial, y se abra un nuevo campo de estudio e investigación, la de la efectividad, de los resultados.

Pero su implementación práctica no es una tarea sencilla. Se requiere experiencia clínica, y algunas habilidades que permitan realizar búsquedas bibliográficas y aplicar reglas formales para evaluar la literatura, con el objetivo de afrontar el desafío de nuestra actualización profesional, y resolver las dudas e interrogantes que se nos plantean. Se trata de adaptar nuestra práctica clínica al estado del arte, aplicando los resultados del conocimiento, obtenidos a través de una investigación sistemática.




¿Qué problemas me puede ayudar a resolver?

Hallazgos clínicos: cómo recoger e interpretar hallazgos a partir de la historia clínica y exploración física.
Etiología: identificar la causa, el origen, de la enfermedad.
Diagnóstico: resolver dilemas a la hora de pedir e interpretar pruebas diagnósticas. La continua proliferación de la tecnología refuerza la necesidad de que el clínico tenga capacidad para valorar los artículos sobre pruebas diagnósticas, conozca los principios para valorarlos y pueda utilizar de forma óptima la información que proporcionan, teniendo en cuenta su calidad y utilidad, costes, seguridad
Diagnóstico diferencial: cómo clasificar las posibles causas de una enfermedad en función de su probabilidad, gravedad y susceptibilidad de tratamiento.
Pronóstico: cómo calcular la probable evolución clínica de un paciente, y anticipar las posibles complicaciones de su enfermedad. Conocer el poder de marcadores pronósticos.
Tratamiento: cómo elegir los tratamientos que producen mayores beneficios y seguridad. Valoración de su coste beneficio.
Prevención: cómo reducir la posibilidad de que se produzcan enfermedades, identificando y modificando factores de riesgo. Cómo realizar el diagnóstico precoz.
Desde el punto de vista de los beneficiarios fundamentales de la asistencia sanitaria, los pacientes y usuarios, en la actualidad están mejor informados, reclaman una asistencia de calidad, más participación en la toma de decisiones, y que se tengan en cuenta sus preferencias y valores.

En resumen, la MBE es una respuesta a las necesidades y demandas de mejora de la calidad de la atención, pretende disminuir el tiempo transcurrido entre los descubrimientos y su implementación y promover la competencia profesional, optimizando el tiempo que los profesionales requieren para mantener su práctica al día. Su estrategia se fundamenta en el aprendizaje de una metodología, y la búsqueda y aplicación de información científica y de protocolos y guías desarrollados por otros.



Pasos a seguir para poner en práctica la MBE

La práctica de la MBE se articula en torno a una serie sucesiva de pasos que enumeramos a continuación.Convertir las necesidades de información en preguntas susceptibles de respuesta. Formular la pregunta de la manera más adecuada posible a partir del problema que se nos presenta. Este primer paso es muy importante, por lo que resulta de gran interés adquirir la habilidad necesaria para hacerlo bien. Localizar las mejores evidencias con las que responder, a través de:
  • Bases de datos bibliográficas.
  • Revistas científicas.
  • Literatura secundaria o terciaria
  • Guías de práctica clínica.
  • Valoración y evaluación crítica de la evidencia. Determinar su validez y utilidad para nuestra necesidad.
  • Aplicación de las conclusiones a nuestra práctica, teniendo en consideración los riesgos y beneficios, las expectativas, preferencias de los pacientes y sus necesidades emocionales.
    Evaluación del rendimiento de esta aplicación.



Y a continuacion les dare un link, el cual pueden visitar, donde podran encontrar mas informacion sobre este tema: MBE


http://www.infodoctor.org/rafabravo/mberecu.htm

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